El día amaneció gris y frío, muy frío. «Hombre» y el que escribe esta crónica nos levantamos muy pronto para poner buena distancia entre el desayuno y la carrera. A las 9 de la mañana estábamos en la calle con un cierto nerviosismo a flor de piel. A los dos nos gusta correr y nos excitan los retos. Un medio maratón es una buena prueba para no aventurarse sin estar moderadamente preparado; de un maratón no me atrevo a mencionar nada: «hombre» sí podría decir mucho, ha corrido unos cuantos.
Tranquilamente fuimos caminando hasta el polideportivo Juan de
Conseguidos los dorsales (596 y 597) buscamos un lugar en el que cambiarnos. Los sitios a elegir eran variados, en las gradas del polideportivo o en algún rincón aledaño pero siempre a la intemperie. Elegimos las gradas. Rápidamente —el tiempo transcurría rápido— nos colocamos los chips en las zapatillas, guardamos la ropa de abrigo en bolsas de basura y, entre empujones y apreturas de camaradas, entregamos los paquetes numerados con nuestro dorsal en una esquina del estadio que hacía de guardarropa. Quedaban treinta minutos para el inicio de la carrera y nos bajamos a la pista de atletismo para hacer algunos estiramientos y calentar. La megafonía no dejaba de poner música y alabar las excelencias de la carrera, decir el número de inscritos —que se elevaba a unos 3200 atletas— y el buen tiempo que hacía, es decir, no llovía, aunque estábamos helados.
Una vez en la pista trotamos durante unos veinte minutos y cuando quedaban diez para que se diera la salida nos dirigimos hacia el punto en el que estaba situado el arco hinchable tras el que se colocaban los participantes según íbamos llegando. Con un apretón de manos me despedí de «hombre»; él es más rápido que yo y fue a buscar una buena posición en la cabeza. Yo me conformé con colocarme en la cola, no tenía prisa por llegar, mis objetivos eran bastante modestos. A la hora en punto se escuchó un estampido y la masa humana empezó a desplazarse. Durante unos segundos los que estábamos al final ni siquiera nos movimos; luego comenzamos a caminar y a pocos metros del arco empezamos a correr. Al pisar la alfombra que identificaba el chip puse mi cronómetro en marcha. La prueba había comenzado.
A mi izquierda vi al alcalde de Getafe arengando a los corredores. Más tarde, al repetir paso por el mismo lugar lo volví a encontrar en la misma actitud, supongo que la proximidad de votaciones tendrá algo que ver con su entusiasmo deportivo.
A partir de ahí las sensaciones ambientales fueron diversas. Recorríamos calles familiares y la gente —había bastante— nos animaba al pasar en su mayoría; aunque había personas, sobre todo ancianos, que nos miraban con cierta extrañeza. Supongo que no comprenderían bien a santo de qué realizábamos ese esfuerzo sin premio salvo para unos pocos. He de reconocer que el que haya público es un aliciente para el corredor a pesar de que vaya peleándose con el sufrimiento físico que siempre está presente.
Durante el recorrido presencié de pasada algunos incidentes sin importancia. A algún conductor no le gustó demasiado la espera y protestó enérgicamente hasta el punto de enfrentarse a la policía municipal, que se mantuvo firme. También algún voluntario tuvo que contener a más de un peatón despistado o cabreado, por tener que esperar al paso de los corredores, ansioso por cruzar la calle.
En lo que respecta a mis sensaciones internas, los diez primeros kilómetros fueron un paseo. Luego fui bajando el ritmo pero dentro de lo esperado, me sentía muy bien. Sobre el kilómetro 18 las cosas cambiaron y sufrí un bajón de energía que me hizo pasarlo bastante mal hasta la entrada en meta. Me consuela pensar que el año anterior el bajón se produjo en el kilómetro 15. Al final bajé mi tiempo.
En meta me esperaba «hombre», feliz pero aburrido de esperarme, había llegado 20 minutos antes. La prueba la acabaron 2757 participantes.
La bolsa estuvo bien: abundante bebida y comida, camiseta y calcetines.
La anécdota desagradable del día se produjo en el guardarropa. Como ya he mencionado hacía mucho frío y eso hizo que la gente se acumulara impaciente en busca de su bolsa de ropa. Los voluntarios, en su mayoría de edad avanzada, se vieron insultados y zarandeados por una minoría de energúmenos, haciendo que abandonaran sus puestos y tuviéramos que escoger y revolver por libre entre el montón de paquetes de ropa acumulada. En los años que llevo corriendo nunca había visto tal comportamiento por parte de corredores. No me explico de dónde salieron los protagonistas.
Doy las gracias desde este blog a los voluntarios que participan desinteresadamente en todas las carreras, sin ellos su organización sería imposible.
Salvo por este incidente importante y condenable, la jornada fue satisfactoria y tanto «hombre» como yo volvimos a casa contentos, pensando en la siguiente carrera.
Tortuga
Clasificación del XII medio maratón de Getafe 2011
eeeeeeeeeeeeeee esa mediaaa!!! joe macho no paras de mejorar tus marcas, cuando vas a parar? jajajaja
ResponderEliminarcuidate!!
the boy
Supongo que ya estoy llegando a mi límite. Pero ya veremos cómo da de sí el año. Si corremos unas quince o veinte carreras en 2011 es posible mejorar todavía un poco más.
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